Anexo Nº4
CAPÍTULO II; EL SACRAMENTO DE LA JARRA DE BARRO
Es un jarro de
aluminio, de aquel aluminio antiguo, bueno y brillante. Tiene rota el asa, pero
esto mismo le da cierto aire de vejez. En él bebieron los once hijos, desde
pequeños hasta grandes porque acompañó a la familia en todas sus mudanzas: del
campo a la aldea, de la aldea al pueblo, del pueblo a la ciudad... Hubo
nacimientos y muertes y el jarro participó de todo, estuvo siempre al lado de
todos. Permaneció en la continuidad del misterio de la vida, en la diferencia
de situaciones vitales y mortales. Siempre brillante, siempre antiguo, porque
sin duda lo era ya cuando entró a casa; viejo con esa vejez que es juventud
porque genera y da la vida. El jarro de aluminio, pieza central de la cocina..
Todo lo que se bebe en
el jarro es agua. . . Pero es la frescura, la familiaridad, la dulzura, la
historia familiar, la reminiscencia de la infancia, lo que sacia la sed. Puede
ser cualquier clase de agua, en este jarro sabe siempre buena y fresca. Por
eso, en casa todos calman la sed bebiendo de él y todos acompañan el gesto
diciendo, como un rito: ¡Qué bueno es beber en este jarro, cómo sabe el agua!
Trátese del agua inmunda del río, o de la que se enturbia por el camino, o de
la que viene cargada de cloro, gracias al jarro se torna buena, saludable,
fresca y dulce.
Un hijo regresa,
después de haber recorrido el mundo y de haber estudiado. Llega, besa a la
madre, abraza a los hermanos, terminan las tristezas padecidas... Pocas
palabras, largas y minuciosas miradas; hay que "beberse" al otro para
amarlo: los ojos que "beben" hablan el lenguaje del corazón. Sólo
después de mirar largamente, la boca habla superficialidades: ¡Qué fuerte
estás! ¡Qué hermoso me pareces! ¡Cómo has crecido! La mirada no dice nada de
estas cosas, sino que habla lo inefable del amor: sólo la luz entiende.
"¡Mamá, tengo
sed, quiero beber en el jarro!" El hijo ha probado tantas aguas. . . El
"acqua de San Pellegrino", las fuentes de Alemania, de Inglaterra, de
Francia; el agua buena de Grecia, corrientes cristalinas de los Alpes del
Tirol, de las fuentes romanas, agua de San Francisco, agua de Porto-Fino, de
Persépolis, de Petrópolis. Tantas aguas. . . Pero ninguna como esta, de la que
bebe un jarro lleno, no para calmar la sed del cuerpo -esto lo hacen las otras-
sino la sed del arquetipo familiar, la sed de los penates paternos, la sed
fraternal, arqueológica, la de las raíces de donde viene la savia de la vida
humara. Esta sed sólo la sacia el agua del jarro de aluminio. Bebe sosegadamente,
termina con un suspiro hondo,como quien se sumerge y vuelve a la superficie.
Después bebe otro,lentamente, para degustar el misterio que el jarro contiene y
significa. ¿Por qué el agua del jarro de aluminio es buena y dulce, saludable y
fresca? Porque el jarro es un sacramento: el jarro-sacramento le confiere al
agua bondad, dulzura, frescor y salud.
1.
¿QUE ES UN SACRAMENTO?
Hay mucha gente que ya
no sabe hoy lo que es un sacramento.
Los antiguos lo sabían
bien. Para mí fue un gusto aprenderlo y durante cinco años estudié muchas horas
cada día todo lo que se había escrito sobre el sacramento, en las lenguas
cristianas, desde los días de la Biblia hasta hoy. Fue una verdadera batalla
del espíritu de la que resultaron 552 páginas impresas y publicadas en un
libro. Pero este libro no fue el principal resultado. . . Después de tanto
esfuerzo, impaciencia, alegría, maldición y bendición, descubrí aquello que
siempre había estado a la vista: comprobé lo obvio patente; el sacramento es
algo que siempre viví y que todos los hombres viven, pero algo que yo no sabía
y que pocos saben. Me volví para contemplar el paisaje que tenía siempre
delante de los ojos y pude comprender que lo cotidiano está pleno de
sacramentos.
Sobre la arqueología
del día-a-día, crecen los sacramentos vivos, vividos, auténticos: el jarro de
mi familia, la polenta de mamá, la última colilla de cigarrillo dejado por papá
y que alguien guardó con cariño; la vieja mesa de trabajo; una gruesa vela de
Navidad; el florero encima de la mesa; aquel trozo de montaña; el camino
pedregoso; la antigua casa paterna, etc... Cosas que dejaron de ser cosas para
convertirse en gente que habla y cuyo mensaje podemos oír. Poseen una
interioridad y un corazón, se convirtieron en sacramento. En otras palabras,
son signos que contienen, exhiben, rememoran, visualizan y comunican una
realidad diferente de ellos, en ellos presente.
La modernidad vive
entre sacramentos pero no posee la apertura ocular capaz de visualizarlos
reflejamente. Es porque ve las cosas como cosas, las contempla desde fuera. Si
las viese por dentro, percibiría que tienen un requicio por el que entra una
luz superior que las ilumina, las torna trasparentes y diáfanas.
Ilustremos todo lo
anterior con el ejemplo del sacramento del jarro de agua.
2.
EL JARRO VISTO DESDE FUERA: MIRADA CIENTÍFICA
El jarro que acabamos
de describir puede ser visto desde fuera. Es un jarro como cualquiera,
probablemente más feo, envejecido y disfuncional. Es de aluminio y esto
interesa al físico, en cuanto analiza los componentes de la materia. Un
economista puede sacar una serie de informaciones sobre los precios del metal,
su extracción, producción, comercialización. El historiador (supongamos que se
trata de un jarro del tiempo de Augusto), puede ocuparse en su localización
espacio-temporal. El artista quizás lo considere objeto sin valor estético:
ningún museo lo recibirá por su carencia de significado. . .
Todos ven el jarro
como una cosa y esto es típico de nuestra experiencia actual, especialmente a partir
del siglo XV: considerarlo todo como objeto de análisis, objeto de estudio y de
ciencia. Sea Dios, el hombre, la historia, la naturaleza, los lanzamos (jetare)
frente a nosotros (ob) para penetrarlos con un ojo escrutador y elaborar muchas
ciencias acerca de una sola cosa que interesa a varias miradas científicas. Por
eso decimos que hoy se sabe cada vez MAS de MENOS. El jarro así analizado es un
objeto entre otros tantos, que no hace historia con nadie, ni entró en la vida
de ninguna persona.
3.
EL JARRO VISTO DESDE DENTRO: MIRADA SACRAMENTAL
Puede acontecer que
alguien se haya prendado de cierto jarro. Porque lo salvó de la sed ardiente
del desierto sin fin; o porque, como en mi caso, entró en (a historia personal
y familiar. Entonces, el jarro es único en el mundo, no hay ninguno que se le
parezca, dejó de ser objeto para convertirse en sujeto (subiectum) y, como
todos los sujetos, posee una historia que puede ser contada y recordada. Se dio
una relación profunda con el jarro-cosa y esa relación de amor, hizo surgir una
mirada que permite descubrir un valor inestimable existente en el jarro. Por
eso, la cosa adquirió un nombre, se inscribió dentro del mundo del hombre, comenzó
a hablar. . . Habla de infancia, -de la sed tantas veces saciada gracias a él,
del agua buscada a los 600 metros de la casa, en un pozo profundo, del agua
virginal que nos hacia sufrir en las mañanas de invierno o en las tardes
lluviosas, tornándose por eso tanto más preciosa y casta.
El jarro habla de la
historia de familiaque siempre acompañó, en vida y en muerte. . . Fue
penetrando en el hogar cada vez más, hasta el último hijo cercado de cariño. Y
hoy está ahí, hablando todavía y recordando en la fidelidad y la humildad,
sirviendo siempre un agua cada vez más fresca y buena... Esta es la visión
interior del jarro: relación tenida por alguien con él que lo hace ser
sacramento familiar.
Al mirar algo desde
fuera, nos concentramos en la cosa, nos arrojamos sobre ella, manipulándola,
trasformándola, dejando que la cosa permanezca siendo cosa, objeto del uso y
del abuso humanos. Este es el pensar científico de la modernidad, que no es
malo, sino apenas diferente. ¿Cómo podríamos ser enemigos de nuestro propio
mundo que, gracias a esta mirada científica, nos alarga y nos facilita la vida,
nos prolonga la acción de los brazos, de las piernas, de los ojos, como
instrumentos portentosos y nos hace cada vez más señores de la naturaleza?
Pero, ¿el hombre es
solamente un robot de acciones, un computador de informaciones, un lente micro
y macroscópico orientado hacia el mundo? O más bien ¿es un ser capaz de
relacionarse humanamente con las cosas, dotado para ver en ellas valores y
detectar su sentido?
Al mirar una cosa en
su interior, no me concentro en ella, sino en el valor y en el sentido que
asume para mí. Deja de ser cosa para transformarse en un símbolo y en una señal
que me e-voca situaciones, pro-voca reminiscencias y me convoca hacia el
sentido que ella encarna y expresa. Precisamente, sacramento significa esa
realidad del mundo que, sin descartarlo, habla de otro, del mundo humano de las
vivencias profundas, de los valores incuestionables, del sentido que da
plenitud a la vida. Comprender este modo de pensar es abrirse a la acogida de los
sacramentos de la fe, que radicalizan los sacramentos naturales en medio de los
cuales vivimos lo cotidiano.
El sacramento modifica
el mundo: el agua podía ser cualquier agua. .. mas servida y bebida en el
jarro-sacramento, para quien entiende y vive la visión interior de las cosas,
se convierte en dulce, saludable, fresca y buena, capaz de comunicar vida. Es
el lenguaje del misterio que mora en las cosas.
El jarro de aluminio
está allá en la cocina, luciendo su tranquila dignidad, entre tantos objetos y
cosas domésticas. Está viejo, pero sólo él conserva la perenne juventud de la
vida, porque sólo él vive entre cosas muertas; sólo él es sujeto entre tantos
objetos; sólo él habla entre tantas cosas mudas; sólo él es sacramento en la
sencillez de una cocina familiar.
ACTIVIDAD EN CASA: